Tú me demostraste que ya estaba listo, que los años de esfuerzo y experiencia acumulada no fueron en vano.
Recuerdo como bailabas de espaldas a mí, recuerdo como tú y
tu amiga competían por mi atención y recuerdo cómo de un momento a otro te abalanzaste sobre mí.
La fidelidad es parte de mi carne y había besado los mismos
labios los últimos 6 años, estaba acostumbrado a ellos, a su forma y a su ritmo, me sentí un poco asustado de no saber enfrentarme a la boca
de alguien más, pero nada que hacer, la situación estaba apunto de estallar.
Ahí estaba, un metro ochenta de potranca blanca, rubia, ojos
verdes, piel clara, por algo te dicen Angela. Como una serpiente te enrollaste
en mi cuerpo, estirabas tus brazos para acariciar mi cara y frotabas tus nalgas
con mi entrepierna. De pronto y como intuyendo el ataque de otro depredador,
doblaste tu cuello hacia atrás para alcanzar finalmente mi boca.
No importa el detalle, lo importante es que pensé “Te besaré
como si la estuviera besando a ella”.
Caíste en un extraño estaxis que ni yo mismo podía creer,
te mostrabas abiertamente desesperada por uno de mis besos, totalmente deseosa
que estos brazos te apretaran y movieran como una muñeca de trapo. Eras mía, completamente
mía y solo me costó un beso, había comprobado que lo aprendido no se me
olvidaría.
Angela de mi guarda, dulce, dulce compañía… gracias por no
desampararme, justamente, ese día. Estarás siempre en mi recuerdo como la
primera mujer que probo el nuevo veneno de mis besos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario